LA EMIGRACIÓN: ESE FENÓMENO SOCIAL DE VALIENTES

Llegan de todos los mares y continentes. Han renunciado a todo, incluso a la propia vida, para conseguir algo mejor, no sólo para ellos sino también para sus hijos. Son valientes. Huyen de la miseria y de la persecución política, religiosa,  racial… Son esos seres a los que, muchas veces,  se degrada y se les califica de  “clase inferior”, excepto aquellos  privilegiados que alcanzaron el status que les iguala a los nacionales.



España es un país de emigración y de inmigración. Cuando las patatas y el pan escasean, parodiando a Julio Camba,  los españoles, especialmente los gallegos, se arman de valentía, asumen riesgo, renuncian a sus fiestas y tradiciones y buscan un lugar para atender a sus carencias. Es posible que algunos lo hagan obedeciendo a impulsos telúricos que siempre afloran en el ser humano, y eso también es loable; pero los movimientos migratorios obedecen principalmente a causas de necesidad.



Observo con preocupación el número de parados que ahora soportamos. Y digo soportamos, porque no se entiende muy bien que habiendo 2.900.00 parados, las agencias de viajes, los aeropuertos, las carreteras, los restaurantes, los hoteles cuelguen el cartel de “completo”.  Y lo que produce más sorpresa es que  sectores, como la construcción, la hostelería, el transporte…demanden mano de obra que no cubren. Y tampoco se observa que, entre esos 2.900.000 parados, haya interés en buscar trabajo en otros países o regiones.  



Algo estamos haciendo mal, muy mal. Resulta que hemos invertido miles de millones de euros en preparar a nuestros jóvenes para dotarlos de títulos superiores en una sociedad, como la nuestra, que se desarrolla principalmente en el sector servicios. Y aunque no es criticable que tengamos un porcentaje muy elevado de titulados superiores ejerciendo de camareros, albañiles y  camioneros, sin embargo no parece plausible que un abogado, una licenciada en filología o en farmacia, o una química, acaben organizando los estantes de un hipermercado o poniendo ladrillos en una urbanización



La dicotomía entre trabajar para vivir o vivir para trabajar se debate en el contexto de nuestra sociedad . El emigrante español, reconocida su valía y profesionalidad en todos los países de acogida, fue valiente al encauzar su vida atendiendo al trabajo que le hizo prosperar y elevar su categoría socio-económica. Pero ese reconocimiento, por parte del resto de la sociedad española, deja mucho que desear. Y creo que  ya es tiempo de reflexionar y analizar si las actuales Administraciones son conscientes de que hay una deuda secular con los que no sólo  han contribuido a enriquecer este pais, sino que además es el colectivo que menos servicios públicos demanda y consume, aunque los paga, y menos quebraderos de cabeza origina a las autoridades y no necesita sindicatos para reclamar sus derechos.  Pero los tiempos están cambiando y la valentía ya solo se premia si se mueven los hilos de los votos. Y es aquí en donde posiblemente haya que “mover el árbol”( sin querer citar a Arzalluz) para que esos conductores de nuestras vidas y voluntades (Administración Central) se enteren de que unos cientos de miles de votos pueden cambiar el destino de los que ya se han acomodado a unos cargos para los que no se exige títulos superiores ni otra valentía que la de obedecer al líder



17 de agosto de 2022



RICARDO MARTINEZ BARROS    


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